domingo, 4 de agosto de 2013

4. ORACIÓN DE UN BIBLIÓMANO

En 1921, siendo Miguel Artigas (1887-1947) el director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo de Santander, en España, se publicó en el Boletín de esa institución un romance de 44 versos en 11 cuartetas con el título Oración de un bibliómano. Al final del texto, se agregó una breve descripción indicando que se trataba de un romance anónimo y sin título, que fue copiado de un cartapacio bilingüe que contiene distintas composiciones de los siglos XVII y XVIII, y que se encuentra en la referida biblioteca.
El texto de la Oración de un bibliómano es el siguiente:
Todo el amparo señora
de mi libro en tí le libro;
pues eres libro en quien Dios
enquadernó sus prodigios.
Si al que es vida le ceñiste
en tu virgen pergamino
ya libro eres de la vida;
vida has de ser de los libros.
El gran Autor con la pluma
del espíritu divino,
sobre tu papel intacto,
sacó su palabra en limpio
sin copia, por ser tu sola;
sin tinta, por ser arminio;
sin original obscuro,
y sin borrador delito.
Libro eres de cuenta, donde
el más estrecho juizio
siempre suma lo constante
pero nunca lo caído;
libro de memoria, siempre
para hacerme beneficio,
y en blanco, pues por tí Dios
mis culpas pone en olvido:
de Palma, o libro, tus hojas
en tu concepción las miro,
alla en tu parto azuzenas
y en tu soledad cuchillos.
Tu essención es privilegio,
tu tassa precio infinito,
general tu aprobación,
gloria el fin, gracia el principio
impresión estrellas, coma
la luna, punto el sol mismo,
rectas líneas, blanco margen,
luces letras, cielo estilo
y al fin concepción sin macula
es el título aplaudido
de tu libro, porque es Dios,
el concepto de tu libro.
O libro cerrado a culpas
y abierto a humanos gemidos;
borre un rasgo de tus gracias
las erratas de mis vicios.
En un artículo de Artigas, que fue publicado como parte de la antología titulada Docvmenta et scripta (Barcelona: Universitat de Barcelona, 1993), él califica este romance de extravagante y menciona que en el cartapacio que lo incluye se mira en repetidas partes el nombre del portugués Antonio Roiz de Brito, quien pudo ser el compilador y copista. No sabemos gran cosa de este sujeto, sólo que era natural de São Salvador de Sabadim, hijo de Francisco Roiz y María Brito, y que en 1767 casó con Ignez Ribeira de Lima.
Al comparar el texto manuscrito con su correspondiente transcripción para el Boletín encontramos que se dieron ciertas licencias al permitirse cambiar una palabra, la puntuación y acentuación, así como en el número de un sustantivo. Además, el título fue asignado al romance, pues como se había indicado carecía de alguno.
Podríamos disertar al respecto de por qué se le ha llamado Oración de un bibliómano. Quizá fuera por la referencia a los libros que hace el narrador, o por utilizar la metáfora analógica del libro con la Virgen María. En este sentido, es probable que la materialización de una entidad divina en la forma de un libro se pudiera prestar a una consideración de herejía, a menos que una fuerte pasión fuera la impulsora de esa idea, posiblemente una pasión maníaca, como la del bibliómano.
Haberle llamado Oración no resulta descabellado, toda vez que sigue en las cuartetas 1-7 y 11 la forma de las letanías lauretanas que se recitan en el rosario. Puede notarse esto si observamos que esas cuartetas tienen la siguiente forma:
Forma de las letanías en las cuartetas 1-7, 11
El conjunto de las cuartetas 8-10, en cambio, por su asunto pareciera que se trata de otro romance que describiera las partes del libro con ciertas características.
Culto en León
Al indagar un poco más sobre este romance encontramos que fue reproducido por el editor y librero Beltrán en su compilación titulada El libro y la imprenta (Madrid: Francisco Beltrán, 1931?) y en la antología De bibliomanía: Un expediente, que realizó Moreno Villarreal (Xalapa, Ver.: Universidad Veracruzana, 2006). En ambos, se siguió la transcripción que se hizo en el Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, aunque a su vez se introdujeron pequeñas variaciones.
Con alguna sorpresa encontramos noticias del culto a una advocación de la Virgen María que no conocíamos, la de la Virgen de los Buenos Libros que se venera en la Real Colegiata de San Isidoro de León. Es público saber que la imagen tallada de esta Virgen fue realizada en el siglo XVIII y que la acompaña un romance español anónimo del siglo XVII, que resulta ser el mismo que se publicó en el Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo en 1921, incluyendo los cambios que se habían introducido con la transcripción del manuscrito.
Este culto se ha extendido a Valencia y Murcia, además de que una calle de Sevilla está dedicada a esta advocación. En Valencia, en el siglo XIX se ofrecieron a Nuestra Señora de los Buenos Libros los trabajos de la Asociación Pontificia y Diocesana de los Buenos Libros y Prensa Católica, que distribuía libros y revistas católicas en instituciones de beneficencia, cárceles y hospitales.
Los capuchinos de Murcia han promovido el patronazgo de esta advocación en favor de los estudiantes, los lectores y, sobre todo, de las escuelas de biblioteconomía y documentación. En su iglesia, tienen una estatua que realizó en 1976 el escultor murciano Juan González Moreno (1908-1996) para representar a Nuestra Señora de los Buenos Libros a partir del romance publicado en el Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo en 1921.
Estatua de González Moreno
Estos padres capuchinos describen la imagen del siguiente modo: "La imagen mariana, representada de pie y con los pies descalzos, es hierática, estilizada y majestuosa. El juvenil semblante queda enmarcado por partida cabellera de la que se escapa un afilado mechón que cae en suaves ondas sobre el pecho. Para romper un tanto la moderna verticalidad, el autor introduce cierto vuelo en la capucha hacia el lado derecho, así como ligeras curvaturas del hábito a la hora de cubrir el hombro izquierdo, aunque no llega a redondear del todo los contornos ni a jugar con los pliegues para no perder la concepción lisa y aristada de la figura.  No obstante, el elemento más novedoso de la composición lo constituye el libro que porta la Virgen entre sus finas manos, en alusión a su advocación, y del que emerge una candorosa figura de Jesús Niño desnudo para simbolizar la ejemplaridad de su contenido y la omnipresencia de Cristo en la vida de María, tanto en su designio divino de corredentora del pueblo cristiano como en los aspectos cotidianos de su existencia terrena".
Encontramos que este romance era conocido y comentado en el siglo XIX, pues lo menciona Francisco Cutanda en su discurso de recepción pública que dio en la Real Academia Española, donde también publicó partes del texto (Madrid: Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, 1861). En esa ocasión, Cutanda atribuyó el romance al filólogo, traductor, versificador y epigramista Francisco de la Torre.
En la Biblioteca del murciano, que fue formada, dispuesta y compilada por José Pío Tejera y R. de Moncada (ed. de Madrid: García Enciso, 1941) encontramos que atribuyeron este romance al granadino-murciano Andrés Lozano Parreño y Navarro, indicando que se le podía encontrar al final de su Compendio historico chronologico geografico (Madrid: Antonio Pérez de Soto, 1756).
Al consultar este libro de Lozano Parreño y Navarro, encontramos el referido texto con el título Romance y dedicado por el autor a María Santísima de la Soledad. Más aún, todo el libro lo dedica su autor a esta advocación de la Virgen María.
Lo más interesante de todo este asunto es que el texto guarda estrecha correspondencia con el manuscrito que está en el cartapacio de la Biblioteca de Menéndez Pelayo; o sea, que ese manuscrito puede ser una copia del texto de Lozano Parreño y Navarro.
De esta manera, nada tiene que ver el romance con la bibliomanía y si con una metáfora analógica de la Virgen María, en su advocación de la soledad y transfigurada en libro. No obstante, jugaron un papel muy importante en su asociación con los libros, como parte de la tradición mariana, las licencias en la transcripción del Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, sobre todo al cambiar el final del octavo verso, que en su original decía:
   vida has de ser de mis libros
y en el Boletín quedó:
   vida has de ser de los libros
A resueltas, no deja de ser todo esto una curiosidad para bibliófilos y para todos los interesados en las menudencias de la cultura escrita.

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